¡ATENCIÓN! ANTES DE COMPARTIR, LEE ESTA INFORMACIÓN ATENTAMENTE

Esto no es un blog, sino un repositorio personal de artículos que he leído y compartido en redes sociales. En muchos casos copio los post íntegramente en este espacio porque ello me permite buscar información que conozco con mayor rapidez. En la primera línea de cada post siempre indico el enlace a la fuente (el mismo que envío desde ping.fm a varias redes sociales y blogs). Lo hago público para que otros puedan aprovecharse de esta herramienta.

Por favor, si una noticia te interesa, enlázala desde la fuente original, no desde mi página, pues no soy yo su autor.

Si eres el autor de uno de los posts y no estás de acuerdo con que aparezca copiado en esta página, por favor, ponte en contacto conmigo y dejaré de compartirlo inmediatamente.

Wednesday, January 20, 2010

Los editores y la prima Paqui o el peso del papel y la supuesta ligereza de sus primos virtuales.

Los editores y la prima Paqui o el peso del papel y la supuesta ligereza de sus primos virtuales. http://bit.ly/8rRGuA



TRIBUNA: LUISGÉ MARTÍN

¡Mueran los 'heditores'!

Sufrimos un bombardeo de mensajes que predican, con voz epifánica, que Internet libera a la cultura de la tiranía de los editores y otros empresarios. ¿Estamos seguros de que, de ser así, represente un claro progreso?

LUISGÉ MARTÍN 19/01/2010
 
Vota
Resultado Sin interésPoco interesanteDe interésMuy interesanteImprescindible 701 votos
Aristóteles distinguió hace ya muchos siglos entre la democracia, que es el gobierno del pueblo, y la oclocracia, que es el gobierno de la plebe o, si se prefiere, de la muchedumbre. En la primera, elegimos a los que creemos mejores y delegamos en ellos -bajo vigilancia crítica- para que nos dirijan. En la oclocracia, en cambio, no elegimos a nadie ni delegamos nada: todos opinamos de todo, todos hacemos todo y todos somos sabios en cualquier materia y profesión.

      La noticia en otros webs

      ¿Es beneficioso que haya faltas de ortografía, incoherencias narrativas y redundancias?
      ¿Hay que poner anuncios de Coca-Cola en la novela para garantizar la libertad del autor y el lector?
      En estos días se repite hasta la saciedad que Internet democratiza la cultura, pero yo creo que lo que va a hacer, si nadie lo remedia, esoclocratizarla, y eso, lejos de parecerme una virtud o un beneficio social, me parece una amenaza apocalíptica.
      En el artículo de Javier Calvo Por un libro universal (EL PAÍS, 24 de diciembre de 2009) se repetían algunas de esas ideas recurrentes en las que se predica, con voz epifánica, el advenimiento de una cultura liberada por fin de las cadenas de los editores. ¿Pero esas cadenas tan esclavizadoras son reales?
      A las oficinas de una editorial media llegan al cabo del año casi 1.000 manuscritos. En España deben de circular durante ese tiempo más de 5.000 originales diferentes. La inmensa mayoría de ellos son impublicables, como sabe bien cualquiera que los haya ojeado, y lo primero que hace el editor (gastando dinero para ello) es separar el grano de la paja. Luego, de entre todos los granos elige aquellos que tienen más afinidad con su línea editorial: literatura de autor, best sellers, creación experimental... Mi biblioteca, como la de cualquier lector curtido, está llena de libros de las editoriales que publican el tipo de literatura que me interesa. Es decir, me he aprovechado de la labor y del saber hacer de sellos como Anagrama, Seix Barral, Alfaguara o Tusquets, y lo he hecho porque confiaba en el criterio profesional de sus editores.
      Pero los editores, además, editan los libros, si se me permite decirlo de un modo tan tautológico. Es decir, les aportan valor añadido: hacen sugerencias, corrigen deslices o erratas, proponen cambios, pulen el estilo... Los autores estamos absolutamente ensimismados en lo que hemos escrito y aquellos amigos a los que pedimos opinión no son capaces siempre, aunque lo intenten, de examinarnos con distancia, de modo que los editores son los únicos que pueden enfrentarse a la obra con competencia y desapego a la vez.
      Lo que se nos propone ahora es la desaparición del editor. La extensión del modelo de edición tradicional al e-book, se nos dice, es "perjudicial para el autor y el lector". ¿Es beneficioso, entonces, que en vez de 150 novedades anuales clasificadas por sellos editoriales definidos haya en la Red 5.000 textos sin depurar? ¿Es beneficioso que José Saramago y mi prima Paqui (que es casi analfabeta pero se divierte contando historias) estén en pie de igualdad? ¿Es beneficioso que los textos tengan faltas de ortografía, incoherencias narrativas y redundancias? Y aún peor: ¿es beneficioso que desaparezcan esos libros de no ficción que impulsan las propias editoriales, encargándoselos a autores? ¿Quién se ocupará de traducir una novela a otro idioma, de adelantar el dinero que supone ese trabajo?
      En la mayoría de los comentarios que predican el nuevo Edén digital se huele el incienso de la España católica: ganar dinero es malo, es pecado; el editor, avaro, insaciable, no lee novelas, sino cuentas de resultados.
      Yo, en cambio, he conocido a muchos editores preocupados sólo por llegar a final de año, por mantener puestos de trabajo y por poder editar libros arriesgados aunque su rentabilidad fuera dudosa. Claro que se han hecho algunas fortunas con la edición: ¿y qué? Pero lo peor es que los mismos que abominan del editor mercader nos aseguran sin empacho que una de las soluciones para que el autor tenga ingresos es introducir publicidad en el propio libro. "Cuando una mañana Gregorio Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama de Ikea convertido en un monstruoso bicho". ¿Es de eso de lo que hablamos? ¿O de que al cambiar de capítulo en Ana Karenina salte en la pantalla del e-book un banner con un anuncio de agencias matrimoniales? No sé si es que me he hecho demasiado viejo para entender los códigos morales de la post-postmodernidad -o lo que sea esto-, pero reconozco que me escandaliza ver el desparpajo con que se mezcla la ética de Fidel Castro con la de Esperanza Aguirre. Por un lado se sataniza al editor empresario y por otro se recomienda poner un anuncio de Coca-Cola en mitad de una novela para defender así la independencia autoral y la libertad del lector. Antes había "visiones del mundo"; ahora, al parecer, sólo hay ángulos ciegos.
      El otro asunto que me desconcierta es el del papel que se le asigna al autor en el nuevo mundo e-editorial. Dado que el editor debe desaparecer, se propone que el autor se comporte como un empresario de sí mismo y asuma el desarrollo informático y administrativo, la gestión comercial y la promoción de sus libros.
      Es decir, que además de escribir bien, a partir de ahora para ser autor habrá que tener ánimo empresarial, adquirir conocimientos de márketing, elaborar banners y páginasweb, dedicar tiempo a infectar viralmente la Red con nuestros productos, prepararperformances y poseer algo de dinero para la inversión informática y los viajes promocionales. Los autores, por tanto, no sólo no cobraríamos, poco o mucho, sino que pagaríamos para escribir. Todo ello con la esperanza vaga de que se produjera un retorno de la inversión que nos permitiese al menos comer. Ese retorno no vendría del pago -barato o caro- de los lectores, que se considera impertinente, sino de algún tipo de publicidad como los ya mencionados.
      ¿Puede alguien imaginar a Kafka, a Dostoievsky o a Scott Fitzgerald en estas lides? Los autores, sin llegar al tópico romántico, suelen ser seres inadaptados, neuróticos y con una cierta incapacidad para las cosas terrenales. Hubo incluso que inventar la figura del agente literario para que se ocupara de sus asuntos. Y ahora pretendemos que compongan la melodía, dirijan la orquesta y toquen todos los instrumentos. A lo peor alguien como Saramago decidía abandonar la literatura, abrumado por esos deberes mundanos (no olvidemos que hay autores que no soportan ni las giras promocionales), pero mi prima Paqui, en cambio, saldría literariamente reforzada, pues es formidable en las relaciones públicas y en la promoción personal.
      Saramago y mi prima Paqui pueden convivir en la Red, por supuesto, pero está en juego el tipo de literatura triunfante, el estilo de libro que queremos para el futuro. Con el e-book desaparecerá aproximadamente un 75% del coste actual del libro -papel e impresión, distribución, venta minorista y gastos de financiación de los invendidos-, de modo que el precio podría abaratarse enormemente sin empeorar la calidad y sin poner a la literatura en manos de Repsol o de Nokia. La distribución, por otra parte, sería universal y perpetua: un libro estaría disponible en Lima y en Tokio, hoy y dentro de 20 años, posibilitando así la difusión ilimitada de los autores, simplificando al máximo la logística de las editoriales y permitiendo a cualquier lector tener acceso a títulos hoy inencontrables. Y técnicas de comunicación digital como la de regalar el primer capítulo de una novela, ahora todavía en pañales, podrían suponer una nueva revolución en los costes de publicidad y una indiscutible garantía para el lector indeciso. ¿Nos parece poco paraíso?
      No nos engañemos: lo que peligra con un sistema en el que no haya editores ni haya venta no son los beneficios de los accionistas ni los privilegios de unos pocos, sino la dignidad del libro y de la cultura que transmite. Oclocracia o democracia, that is the question.
      Luisgé Martín es escritor; su última novela es Las manos cortadas (Alfaguara).
      Vota
      Resultado Sin interésPoco interesanteDe interésMuy interesanteImprescindible 701 votos
      ¿Qué es esto?Compartir:
      Facebook  delicious  technorati  yahoo meneame myspace
      Puedes utilizar el teclado:
      aumentar texto disminuir texto Texto   

      Si te ha interesado esta información, te recomendamos:

        Otras ediciones

        Comentarios - 342

        Página 1 de 69
        • 342
          Carl6 - 20-01-2010 - 07:54:24h
          Por fin algo de sentido común. Gracias, Luis.
        • 341
          Ciro21 - 20-01-2010 - 07:35:41h
          Copinsa: ¡Qué va, hombre! Si lo mío son los números. Por lo demás, mucho temor a la oclocracia, pero bien que se dejan guiar los grandes editores por los gustos de la muchedumbre a la hora de publicar. ¿Se edita lo que merece la pena o lo que merece el favor del público? Hay de todo, pero más de lo segundo.
        • 340
          copinsa - 20-01-2010 - 03:13:40h
          Macho Ciro, es bueno condensar las ideas, abreviar el concepto. Por respeto a los demás, haz el esfuerzo de síntesis. Necesitas un editor? No será que te han dado de lado con tanta palabrería?
        • 339
          PSG - 20-01-2010 - 02:19:35h
          Y eso que dice de que el agente literario se inventó para que el pobrecito escritor neurótico pudiera relacionarse con la editorial... Los agentes literarios surgieron por esto: desde hace años, la exigencia académica ha desaparecido. De resultas, los licenciados en Filología Hispánica, Periodismo... escriben como verdaderos burros, carecen de criterio narrativo en no pocas ocasiones. Algunos de estos acaban en departamentos de lectura. Pero no pueden abarcar todo lo que les llega porque no saben simplificar, así de claro. En ese marco, llega el agente literario y "le dice" al de departamento de lectura: ¿maquillamos un poco tu incapacidad? Esto es: ¿cribo yo un poco, interpreto las distintas líneas editoriales, y propongo a cada cual según su tradición publicando? Y el de marketing, que por lo común no es un enamorado de la literatura, pero que ahora tiene su peso editorial, dice "amén, con menos gente me entiendo mejor". Pero, claro, los agentes también están ya desbordados. Internet no será tan dramático: para muchos escritores aficionados solo será una posibilidad de tener unos pocos originales un poco mejor presentados por un precio que pueden asumir; los colocarán entre familiares y amigos.
        • 338
          Patty Difusa - 20-01-2010 - 01:38:15h
          Pues siento disentir con la mayoría pero este señor tiene toda la razón. No todas las editoriales son Planeta. Las hay muy buenas, y bastantes en lengua hispana.

        No comments:

        Post a Comment